¿Quién le pone el parche?

¿Quién le pone el parche?

No son las riendas las que le pondrán freno a estos “arañeros”, que actúan sin pensar en efectos irremediables. Una y otra multa, el decomiso de los caballos o las arañas, tal vez atenúan la situación, pero no la resuelven.

Si algo corre rápido son las malas noticias, eso siempre decía mi abuela. Y a veces van colmadas de rumores, que de boca en boca pasan siempre con alguna distorsión.

Sucede así con los accidentes en la vía, muy pocas veces tratados por los medios de prensa de forma oficial, pero sí por habladores callejeros que aprovechan para la especulación.

Quien anda en la calle día a día sabe de los peligros que asumen tanto choferes como peatones, hay personas, que sin el menor cuidado, cruzan la calle; vehículos que exceden la velocidad en áreas no permisibles; conductores que ingieren bebidas alcohólicas sin medidas; otros que manejan sin licencia de conducción; y muchos que violan hasta las más elementales leyes del tránsito y no ceden el paso ante la indicación, siendo poco caballerosos en la vía.

Pero más que estas infracciones, sobre las cuales también debemos meditar, quiero referirme a un medio de transporte, ya casi común en nuestras calles y con múltiples usos: las arañas y los carros de caballo, causantes de fatales accidentes en los últimos días en Artemisa, con lamentables pérdidas de vidas humanas.

Existen legislaciones que limitan transitar en horarios nocturnos y por arterias principales, otras que exigen la debida documentación, las óptimas condiciones y la cantidad de pasajeros, pero al parecer no basta… Las indisciplinas con respecto a este medio de transporte aumentan, y aun-que los multados y detenidos también, no parece ser el camino.

Aun cuando el caballo es uno de los animales mejor domesticados por el hombre, hay dueños que parecen ser más animales que el propio caballo y a golpes le imponen galopar con una abusiva cifra de pasajeros, por calles casi intransitables, y con gomas o ruedas que no creo hayan pasado ni la más deshonrosa inspección.

Es cierto, resuelven un problema, al menos en el área urbana de algunos municipios artemiseños, donde las entidades de transporte no priorizan tan indispensable servicio, y a los transportistas privados no “les da la cuenta”, pero… el costo puede ser la vida humana. He visto caballos, con las orejeras que los distinguen, que no han podido frenar ante un peligro, y algunos que no soportan la carga a pleno mediodía y relinchan contrariados ante el látigo de su dueño.

Las situaciones más difíciles son perceptibles cuando se reúnen muchos “arañeros”, bebedores, la mayoría jóvenes, quienes junto a sus parejas e incluso con niños a bordo, quieren demostrar la destreza tras las riendas, convirtiéndose en un peligro en la vía.

Hace poco presencié en unas de las calles más transitadas de la ciudad capital (República), cómo un equino irritado por un brutal proceder se deshizo de su “araña”, y quien lo montaba cayó al piso. El animal se desbocó por la calle como a campo traviesa, en tanto quienes vivían el episodio tuvieron que orillarse, y por sus rápidas reacciones no sufrieron fatales consecuencias.

Casi todos valoramos mucho más la vida cuando estamos cerca de la muerte, ya sea por una situación personal, o una tragedia vivida por algún familiar, vecino o amigo, es entonces cuando llegan las reflexiones sobre cómo haber actuado diferente ante disímiles situaciones.

No son las riendas las que le pondrán freno a estos “arañeros”, que actúan sin pensar en efectos irremediables. Una y otra multa, el decomiso de los caballos o las arañas, tal vez atenúan la situación, pero no la resuelven. Y es entonces cuando damos curso a esas malas noticias, que corren rápido. Es hora de adoptar otras medidas que alerten y eduquen, como también dijera mi abuela, para “poner el parche, antes que salga el hueco”. ¿Tarea de quién? Por Yudaisis Moreno Benítez

Datos de la Fuente del Articulo
Fecha: 
2014-12-26
Fuente: 
El artemiseño