Luces en sombras de la carretera
Acciones de mantenimiento mejoran ostensiblemente la circulación vial en el segmento camagüeyano de la carretera central
Si algo origina comentarios en la población y preocupaciones en el gremio informativo es el mutismo o la inercia que a veces le sigue al ejercicio del criterio periodístico frente a problemas reales nocivos a la economía y a la sociedad cubanas.
Mi más reciente paso por la carretera central vuelve a dejarme, sin embargo, cierta brisa de alivio al constatar nuevas acciones en la geografía camagüeyana para revertir la crítica situación de la vía en algunos tramos.
Recuerdo que cuando Granma publicó el reportaje titulado Remiendos que no remedian (5 de febrero del 2014) había que reducir prácticamente a paso de peatón la velocidad del vehículo en ambos accesos e incluso dentro de la ciudad de Guáimaro, en el entronque de Siboney, en buena parte del segmento comprendido entre los kilómetros 604 al 611, al que sarcásticamente los choferes terminaron llamando "el destornillador"...
Labores de reparación en esos puntos permiten hoy no solo circular por allí de acuerdo con los límites de velocidad establecidos en la ley, sino también hacerlo sin aquel peligro de accidente o sin riesgo de tener que ajustar tuercas, al final del viaje, reparar o cambiar terminales de dirección, amortiguadores, llantas... como consecuencia de las irregularidades en la vía.
Este despegue reparador alienta y sobre todo hace pensar que con voluntad, criterio de planificación y usando adecuadamente los recursos de que se disponga, es posible resolver progresivamente un problema así, agravado por la superposición de años sin el mantenimiento necesario y, en opinión de muchas personas, también sin toda la preocupación y ocupación que por lo visto el asunto demanda.
Columna vertebral del Archipiélago, la carretera central es indiscutiblemente decisiva para que el país "ande". Mientras el ferrocarril cubano no acabe de asumir realmente el importantísimo rol que está llamado a desempeñar en la transportación de pasajeros y sobre todo de productos y mercancías, la vieja y permanentemente sobreexplotada carretera seguirá siendo escenario obligado y determinante en la actividad económica y social de la nación.
Por ello se torna difícil entender la "tranquilidad" con que se realizan chapuceros remiendos, que lejos de aliviar el problema lo intensifican o acentúan, al quedar sobre la cinta asfáltica grotescos costurones, tan molestos, peligrosos y agresivos como las grietas u hoyos que al parecer se pretendieron eliminar.
Tristemente notorios siguen siendo los kilómetros 496 al 504, donde conductores estatales y particulares continúan esperando una labor a fondo que solucione males de una vez y por todas.
Ejemplos hay muchos. Cada provincia sabe, o debe saber bien, dónde están las vértebras más dolorosas. Hace poco un chofer llamado Norge Téllez se preguntaba cómo puede llevar tanto tiempo en tan mal estado la intersección (punto de control) donde necesariamente confluyen quienes toman o dejan la carretera central para enrumbar o dejar atrás la autopista nacional, en El Majá, Sancti Spíritus.
Conozco a un joven conductor particular que, luego de pasar "un buen susto" antes de llegar a Bayamo, cuya vía mantiene tramos en tierra viva con peligrosos desniveles, decidió declinar armas ante el copioso aguacero que caía cierta noche y regresar a Las Tunas, para no "jugársela" frente a las "sorpresivas sorpresas" que en aquella situación podía depararle la carretera en demarcaciones de Contramaestre y Palma Soriano, rumbo a Santiago de Cuba.
Prever, planificar y ejecutar en la medida de lo factible hoy, lo que por razones objetivas y subjetivas no se realizó ayer, es quizá la única forma de no tener que destinar mañana un monto superior de recursos financieros, humanos y materiales, con el consiguiente disparo de costos y gastos que en nada beneficiarían a las arcas del Estado cubano.
Dejar que el tiempo transcurra y no actuar, o hacer sin calidad lo que sí puede ejecutarse con un mínimo de dignidad constructiva, es comulgar con la indiferencia, con la indolencia y con esa grieta aparentemente oculta pero real, por donde al país se le escapan millones, como consecuencia del deterioro técnico que sufre el transporte, sin incluir lo más preocupante: la pérdida de vidas humanas por los accidentes asociados al mal estado de ciertas vías. Por Pastor Batista Valdés
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