Maromeros en el andén

cuba-ferrocarril

Pero cuando los seres humanos se equivocan con ella, son irresponsables y tientan el peligro, la suerte que les espera puede ser igualmente muy violenta y amarga. Esta lección deberían recordarla en el andén de Caimito y en todos los andenes.

Durante muchos años los caimitenses, sobre todo los residentes en el casco urbano, no vieron con buenos ojos la idea de que un ferrocarril atravesara el centro del pueblo y trajera cambios significativos a la estructura “clásica” del pueblo.

Lo cierto es que, a la postre, Caimito se convirtió en el municipio más favorecido con el servicio ferroviario, sobre todo en lo que a transportación de pasajeros se trata. Gracias a esta posibilidad, cada día pueden trasladarse hacia distintos puntos de la capital y hacia Guanajay y Artemisa (y retornar después) decenas y decenas de habitantes en este municipio artemiseño.

Está muy lejos de ser un servicio ideal, pues valdría la pena que la cantidad de viajes fuera mayor y el servicio vespertino del tren de Mariel también recogiera pasajeros en los distintos andenes. Pero la verdad es que, con las ofertas ya existentes, la población resuelve una parte significativa de los precios exorbitantes y las carestías del transporte público de cada jornada.

Lo que sí considero muy lamentable, porque casi a diario lo observo, son las constantes indisciplinas de quienes, en el andén de Caimito, esperan la llegada del tren, sobre todo el de las 8:45 de la mañana.

Es verdaderamente imponente “la bestia de hierro” que arriba a los andenes caimitenses, casi siempre con seis espaciosos coches donde caben lo humano y lo divino, sin necesidad de que nadie vaya de pie.

Siempre sobran asientos, suba la cantidad de pasajeros que suba. Uno puede darse el lujo de montar de último a “la panza” de los vagones, y encontrar un asiento cómodo y disponible para realizar el viaje hacia predios bautenses o capitalinos.

No obstante, los irresponsables se desesperan: violan olímpicamente la línea amarilla de protección, y se lanzan al estribo de la bestia cuando la ven entrar al andén.

Recientemente una muchacha muy joven, de apenas 17 o 18 años, lo hizo y, en fecha más reciente aún, un joven ¡con una niña colgada del brazo! también cometió exactamente la misma estupidez.

De haberles fallado su intento maromero, la vida de los tres se hubiera reducido a nada, y hoy sus familiares llorarían consternados de dolor. De la niña, ¿qué decir? Hubiera pagado por una irresponsabilidad del hombre que, se suponía, estaba destinado a protegerla, no a conducirla a una desgracia.

El mismo día en que sucedió este hecho, el tren llegó a Caimito con algo de retraso. A la salida de Guanajay, una vaca se cruzó en su camino y ya pueden imaginar el destino del pobre animal. De paso, pueden sacar algunas conclusiones acerca de la (i) responsabilidad de su dueño.

“La bestia de hierro”, como siempre sucede, no perdonó el error de los imprudentes. Aquí se trataba de un vacuno. Pero cuando los seres humanos se equivocan con ella, son irresponsables y tientan el peligro, la suerte que les espera puede ser igualmente muy violenta y amarga. Esta lección deberían recordarla en el andén de Caimito y en todos los andenes.
el artemiseño

Miguel Terry Valdespino

Datos de la Fuente del Articulo
Fecha: 
2012-12-05
Fuente: 
http://artemisadiario.cu/noticias/maromeros-anden